Archivo de la categoría: El rol de la tecnología

Richter, su digestor y yo

No siempre es fácil designar al principal artífice de que una industria sea en la actualidad lo que es. Suele haber tantas contribuciones con tanta importancia que, antes bien, los procesos industriales son el producto de un gran esfuerzo colectivo.

¿A quién habríamos de encumbrar, por ejemplo, como el científico o ingeniero más importante de la industria textil? ¿A John Mercer, por la mercerización? ¿A Joshua Heilmann, por su máquina para tejidos de algodón? ¿A Richard Roberts, por el hilado de lana? ¿A Heinrich Caro, por los pigmentos? ¿A John Whinfield y James Dickson, por el poliéster? ¿A Amancio Ortega, por ser nuestro héroe nacional que mantiene la sanidad pública?

OK, no.

En la industria de la pasta y el papel, responder a esa pregunta es más fácil. Ha habido muchas contribuciones importantes, qué duda cabe, pero casi toda la producción de pasta de celulosa en la actualidad está centrada en el ingenio de Johan Christopher Fredrik Carl Richter.

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Johan Richter, ingeniero.

¿Y qué hizo este ingeniero noruego? Básicamente, se le ocurrió cómo convertir en procesos continuos una producción que parecía destinada a ser siempre por lotes. Cuando él era joven, las astillas de madera se cocían en un enorme reactor discontinuo, que después se descargaba, se limpiaba, y… ¡vuelta a la carga! Todavía es así en algunas plantas pequeñas, de esas que van cerrando año tras año en los países desarrollados. El caso es que parecía imposible que fuera de otra forma.  Seguir leyendo Richter, su digestor y yo

El tamaño adecuado es el que vayas a usar

Por supuesto, una economía ambientalmente sostenible requiere regulaciones para que las consecuencias de la escasez de un recurso o de la acumulación de un contaminante no percutan demasiado tarde. Como concluí hace un par de años, la tecnología y el mercado por sí solos reaccionan a los problemas ambientales con un desfase temporal (escasez, aumento de coste, reasignación económica, solución técnica). El objeto de las regulaciones económicas en materia ambiental es anticiparse.

Ahora bien: no es buena cualquier política de incentivación o desincentivación por el mero hecho de tener el fin noble de evitar la contaminación o la escasez de recursos. A veces, la política ambiental acaba consiguiendo el efecto contrario al perseguido.

Ya vimos en el caso del diésel el error de la Unión Europea al favorecer, con su política de límites de emisión, los vehículos con motor diésel. El inusual triunfo de estos coches en Europa, y particularmente en España, pasa factura. Los madrileños siguen sufriendo problemas de smog a pesar de las restricciones al tráfico. Si no me creen a mí, pueden echar un vistazo a este artículo de Pablo León en El País:

Aunque la combustión del carbón, del petróleo o del gas natural genera óxidos de nitrógeno, el foco principal de este contaminante en ciudades son los motores diésel. Si bien son más eficientes energéticamente hablando —de ahí que en los noventa fueran promocionados a bombo y platillo—, generan emisiones muy altas. A pesar de ello, son mayoritarios. En la Comunidad de Madrid los diésel representan el 58% del parque móvil, según datos de la Dirección General de Tráfico. El 63% de los turismos matriculados en lo que va de 2016 son de gasoil.

Un ámbito muy distinto donde ha sucedido algo muy similar, afortunadamente mucho más fácil de remediar, es el de los envases en la industria alimentaria.

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Aquí hay mucha tela de donde cortar

Por si esto lo lee el ministro en funciones de Hacienda en funciones, he de aclarar que el título no se refiere al presupuesto de I+D+i. La tela aquí está bastante deshilachada ya.

Me refiero al sector textil. En España hay mucho de esa industria: somos los cuartos de la Unión Europea y eso no es decir poco, ya que la UE emite una cuarta parte de las exportaciones mundiales. Inditex encabeza la lista de empresas, por mucho-mucho-mucho; Cataluña, la de las comunidades autónomas, con más de un 40%. Como sucede en cualquier industria manufacturera, el progreso técnico (de procesos discontinuos a continuos, automatización del control, economía de escala, etc.) permite que la producción aumente aun si el número de trabajadores baja. Esto de menos trabajo y más valor, en realidad, es algo bueno, pero depende de la política económica si es algo bueno para todos o algo bueno para algunos.

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Y hay un detalle aún más importante: la industria textil es tema de interés para mí y para mi tesis. ¿Eso que hago yo de meter cargas positivas en la pasta de celulosa para hacer papel? Pues empezó con el algodón (o sea, celulosa también) para vestir y esas cosas que se hacen con la ropa. Que no es que sea papel mojado lo que hago solamente porque, sobre el papel, otros hayan jugado un papel similar en el mundo textil, ¿eh? Pero tiene tela el asunto.

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Química, agua y papel

Decíamos ayer:

He de indicar que me encantaría trabajar en un proyecto relacionado con la minimización del consumo de agua en una industria. La industria del papel, mi especialidad, utiliza más agua para producir una tonelada de producto que cualquier otra industria.

Escribí un artículo didáctico sobre cómo pueden aplicarse las técnicas de Water Pinch (resulta increíble e imperdonable que el libro de Mann y Liu, todo un referente, no haya sido reeditado ni traducido al español) a una planta de blanqueo, pero sigo sin noticias de la revista. De todas formas, no descubría nada nuevo: mediante la reutilización y un diseño inteligente, la cantidad de agua empleada para blanquear una tonelada de pasta ha pasado de 100.000 litros a, en el caso concreto de la fábrica de papel de International Paper en Franklin, 11.400 litros.

Entre medias, he pasado seis días en Londres y no ha llovido una sola jornada. Ya hay que tener suerte para que en un mismo mes te llueva en Sevilla y no en Londres. Se podría decir que, aunque yo estuve de vacaciones, la troposfera estuvo sometida a bastante presión, >>insert laugh (porque era un anticiclón y tal, que tengo que explicar hasta los chistes meteorológicos).

A lo que íbamos: de cien mil a diez mil litros en la actividad que consume más agua de la industria que consume más agua.

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¿El fracking puede ser sostenible?

El fracking es eso que se lleva tanto en Estados Unidos, algo en Canadá y un poco en Argentina y otros países. Es la causa principal de que Estados Unidos, en comparación con el año 2005, produzca un 30% más de gas y el doble de puestos de trabajo en el sector energético. Parece que las cosas van bien para los que se lanzaron antes a la piscina, y no tan bien para las empresas que llegaron antes a la fiesta: en Shell se arrepienten de haber invertido 24.000 millones de dólares.

Sus defensores se desesperan al ver la oportunidad que estamos perdiendo, mientras que sus detractores advierten de que es verdaderamente catastrófico. ¿Es posible una postura conciliadora?

Tengo la sensación de que estamos abordando un tema complejo como si fuera un mero enfrentamiento entre economía y ecología: ventajas económicas, desventajas medioambientales. En realidad, no se puede exagerar con el impulso que el fracking da a la economía de un país: no hay shale gas o shale oil para toda la vida, el sector energético no es toda la economía y, al fin y al cabo, supone solamente una pequeña parte de los puestos de trabajo. No sabemos realmente cuán grandes son las reservas no convencionales, y las estimaciones de los optimistas vienen a ser cinco veces mayores que las estimaciones de los pesimistas. Por otro lado, en el aspecto ecológico no son todo desventajas. Se trata de obtener un recurso propio, sin necesidad de importarlo (ahorrando el impacto ambiental que ello acarrea), que produce en su combustión muchos menos gases de efecto invernadero por unidad de energía producida que, por ejemplo, el carbón.

Operación de fracturación hidráulica en Dakota del Norte. Fotografía de Joshua Doubek.

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La encrucijada nuclear

El referéndum celebrado en Escocia el pasado jueves fue todo un ejemplo de participación electoral: más del 85%. Ojalá otras consultas lleguen a ser consideradas igual de importantes. El hecho de que resultara ganadora la opción unionista ahorró quebraderos de cabeza a Londres, pero eso no significa que los dilemas hayan desaparecido. Al fin y al cabo, el gobierno de Cameron, ante la persuasión independentista de Salmond (que dimite), había prometido más poderes y competencias para el parlamento de Escocia. Y para Gales, para Irlanda del Norte y para Inglaterra, claro. En definitiva, parece claro que se va a plantear y negociar el viraje del Reino Unido hacia un modelo más… federal.

Me gustaría hablar aquí de una de las disensiones más curiosas entre el gobierno británico central y el SNP (Scotland National Party), en el gobierno de Escocia. Mientras que el gobierno central apuesta firmemente por la energía nuclear, los dirigentes escoceses son detractores de la misma, no aprueban la instalación de nuevos reactores y son partidarios de avanzar hacia una Escocia nuclear-free. Ello en un país, Escocia, cuyo consumo eléctrico viene suministrado por dos centrales nucleares de Big Six en nada menos que un 46%.

Central nuclear en el suroeste de Escocia, Chapelcross.

En una Europa que, siempre con la excepción de la muy nuclear Francia y alguna otra, parece negada a la ampliación de la energía nuclear (Alemania, p. ej.), el gobierno de Cameron fue el responsable de un acuerdo con EDF para construir la primera central nuclear en… ¡nada menos que 20 años! En palabras de David Cameron:

…[P]roveerá miles de trabajos y proveerá un suministro de electricidad seguro y duradero durante mucho, mucho tiempo.

(La traducción es mía.)
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Investigación, ¿quién la necesita?

A nadie sorprendería si dijera que la investigación en España lleva cuatro años en retroceso; que los recortes en I+D son de una gran magnitud, siendo p. ej. del 25% de 2011 a 2012; que cada vez más científicos de destacable trayectoria denuncian la falta de medios y el exceso de plazos burocráticos, u optan por irse; que muchas empresas privadas (no todas), a la hora de eliminar o reducir gastos, suelen mirar en primer lugar hacia sus departamentos de investigación y desarrollo.

La investigación, ese gasto opcional y secundario.

researchers-biologists-working-in-the-fieldBiólogos investigando en campo, Hornbaker Chelsi, U.S. Fish and Wildlife Service.

 

Pero vivimos en un mercado en el que la oferta supera a la demanda. Apenas hay demanda insatisfecha de un producto tradicional. Todo lo contrario ocurría en tiempos pasados, desde el siglo XVIII hasta bien entrado el XX, cuando casi cualquiera podía trabajar en condiciones cuestionables y prácticamente cualquiera con capital podía encontrar compradores. Los tiempos han cambiado y ya no son válidos los mismos modelos productivos que antaño. La minimización de costes no puede ser lo único que lleve a una empresa a triunfar, como sigue asumiéndose en muchos sectores. Innovar con productos refrescantes y antes impensables es esencial en el mundo actual. Eso lo saben en cualquier empresa con éxito en el sector tecnológico, agroalimentario, cosmético, farmacéutico, etc.
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La biomasa vegetal como sustituto del petróleo

Si pregunto por las sustancias más abundantes en la corteza de este planeta, seguramente me responderán con una serie de nombres de compuestos inorgánicos: dióxido de silicio, óxidos de hierro y de aluminio, agua, cloruro de sodio, óxidos y sales de calcio…

Los compuestos inorgánicos tienen aplicaciones esenciales para nuestra vida; qué duda cabe. No podríamos vivir sin agua o sin iones fundamentales como el ion sodio y el ion potasio. Y, además de nuestras necesidades fisiológicas, el mundo actual no sería lo mismo sin el amoniaco o sin el ácido sulfúrico, compuestos de producción masiva, fundamentales en el desarrollo técnico, económico y demográfico en la Edad Contemporánea. Son inorgánicos el vidrio, el cemento, el yeso, el acero y otros de los materiales más comúnmente utilizados.

Evidentemente, los compuestos inorgánicos no valen para todo. No conozco ningún ser vivo que pueda alimentarse exclusivamente de sales minerales. He oído hablar de microorganismos anaerobios que no necesitan O2 (bacterias metanogénicas, por ejemplo), pero no he tenido el placer de conocer a alguno que pueda vivir sin una fuente de carbono. Y estoy hablando de los compuestos orgánicos.

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El film de «plástico biodegradable» no es la solución

Hace dos semanas, asistí a un curso en Coímbra (Portugal) sobre caracterización de partículas y flujo multifásico. Si bien dicho tema tiene evidentes aplicaciones medioambientales (separación de partículas, p. ej.), quería tratar aquí otro tema: el hecho de que, en el supermercado, te empaqueten sistemáticamente cada artículo (excepto si son artículos pequeños) en una bolsa de plástico biodegradable. A veces, que sea biodegradable no quiere decir que sea maravilloso.

En efecto, el residuo que resulta del abandono de la bolsa no persiste en el medio ambiente durante tanto tiempo como una bolsa de polietileno de alta densidad (convencional). Pero, por otro lado, estas bolsas se utilizan para un solo uso.

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La clave no está tanto en la biodegradabilidad del residuo abandonado, como en la minimización de ese abandono. Se contamina el medio ambiente desde la propia extracción de materias primas y, en el caso de las bolsas biodegradables de un solo uso, esta contaminación no es poca cosa.

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Necesaria, pero no suficiente

La producción de energía y la manufactura de bienes en los países industrializados emiten ciertas sustancias a tasas superiores a su tasa de asimilación natural, y hacen uso de ciertos recursos indispensables a tasas superiores a las de su regeneración.  Es decir: no se cumplen aún las reglas de Daly. Demandamos diariamente tantos productos y tanta energía que uno debe preguntarse: ¿tal vez deberíamos demandar un poco menos? O un corolario: ¿deberían ofrecernos menos?

¿O, quizás, la tecnología, junto con el mercado, resolverá este problema de forma más o menos espontánea?

En efecto, la tecnología ha ido consiguiendo, cada vez, una mayor eficiencia:

  • un menor consumo relativo de materia prima por kilogramo de producto final;
  • un menor consumo de combustible por gigajulio de energía (eficiencia energética). La cantidad de contaminantes emitidos también ha ido reduciéndose;
  • descubrimiento de nuevos procesos o nuevas materias primas que resultan en una menor contaminación.

Parque eólico en Texas. Fotografía: Leaflet.

Pero, aun así, la tecnología no es suficiente. Alguien podría argüir que, si se trata de que la tasa de utilización sea menor que la tasa de regeneración, la tecnología también puede incrementar esa última tasa (regeneración natural + regeneración artificial). Pero, desde luego, en prácticamente cualquier caso que se me ocurre, es mucho más fácil, viable, barato y sin consecuencias perniciosas el minimizar esa utilización: el consumir menos agua, el consumir menos energía, etc.

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