Decía lord Acton que las hipótesis son redes: solo aquel que las lanza puede cazar algo. De ahí que la audacia sea virtud, y no solamente en un científico —no creo en un Wissenschaftlersein que nos haga hablar de un científico como un tipo especial de persona. Si es la audacia virtud, vicio es la obstinación. Está bien proponer que el SARS-CoV-2 haya sido fruto de algún trabajo de ingeniería genética, deliberada o negligente, siempre y cuando uno esté dispuesto a abandonar o modificar esa hipótesis tras un poco de discusión.
Bastante revuelo se ha producido al unirse Luc Montagnier, virólogo galardonado con el Premio Nobel de Medicina o Fisiología de 2008 por el aislamiento e identificación del VIH, a las conjeturas de la modificación laboratorial como génesis del virus, el pasado 17 de abril. Con la concreción requerida para el caso, precisó que algunos segmentos del genoma del virus son sospechosamente similares al propio VIH, sobre el que él tanto ha trabajado. La audacia y las proposiciones vagas nunca se llevan bien.