Tu wrap, mejor sin PFAS

Supongamos que hay, al menos, dos formas completamente adecuadas de envolver con papel tu hamburguesa, tu kebab, tu wrap, tu perrito caliente o tu bocadillo. Con «completamente adecuadas» me refiero a un papel que no se rompa fácilmente, que no se pegue demasiado a tu comida, que no se quede pringado en la grasa del alimento, que no se fastidie por la humedad.

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No te fijes en la letra M. Esta entrada no acusa a ninguna compañía concreta.

Supongamos que una de esas formas implica utilizar unas sustancias que pueden difundirse a la comida y pueden causar, según indican algunos estudios, colesterol alto, cáncer de riñón, cáncer de testículo, enfermedades tiroideas, hipertensión en el embarazo y colitis ulcerosa. Romper los enlaces carbono-flúor de las sustancias perfluoroalquiladas (PFAS) no es tarea fácil, así que, aunque las cantidades sean muy pequeñas, pueden acumularse en nuestro humano cuerpo…

…y también en el ambiente, claro, porque no se da el caso de que los demás organismos vivos sean mucho mejores que nosotros a la hora de degradar estas macromoléculas. La estabilidad de las PFAS es tal que se han identificado en tejidos de osos polares del Ártico. Y sí, son indefectiblemente artificiales.

Volvamos a nuestras suposiciones. Supongamos, de nuevo, que hay alternativas que no implican riesgos significativos para el reino animal, incluyéndote a ti e incluso a mí. ¿No dictaría el sentido común, si es que hay sentido común y si es que alguna vez dicta algo, que optáramos por las alternativas salubres?

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Perfluorohexano. En verde, los átomos de flúor.

Las que indudablemente dictan son las leyes. O, como mínimo, dictan cosas a quienes, por falta de poder, no tienen más remedio que acatarlas. Pues bien: la Unión Europea decidió incluir las PFAS de cierto tipo, los ácidos perfluoroalquílicos, en la lista de sustancias altamente preocupantes (EC 1907/2006). Esto implica ciertas obligaciones legales en las compañías que producen o distribuyen estos ácidos. En Alemania y en Noruega, el ácido perfluorooctanoico está considerado una sustancia tóxica, persistente y bioacumulativa, especialmente peligrosa para nonatos. Rusia establece un límite de concentración de perfluorononanoato de amonio en entornos de trabajo de 0,05 mg por metro cúbico (Higiene 2.2.5.2308-07). Las regulaciones canadienses prohíben la producción, uso, venta y oferta de cuatro fluoropolímeros.

Es posible que el estado más duro con las PFAS, al menos en lo que respecta a su presencia en envases alimentarios, sea el danés. El uso intencionado de PFAS en materiales de envoltura de alimentos está completamente prohibido en Dinamarca, y hay muy poca permisividad con su presencia accidental. La medida podría extenderse a toda la Unión Europea, ¡y debería!, puesto que la presencia de estas sustancias en envolturas de alimentos es… innecesaria.

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Platos de papel con las propiedades de los platos de papel con PFAS, pero sin PFAS.

Una alternativa muy sencilla, la del prestigioso fabricante escandinavo Nordic Paper, consiste en sustituir las sustancias fluorocarbonadas por la nada, compensando con un refino muy intenso. Otras medidas consisten en impregnar el papel con ácido poliláctico o recurrir a revestimientos como Soak-Proof Shield® (de American Paper & Twine) o Enshield® (de la internacional papelera WestRock). No hay excusas. Tu wrap no necesita sustancias perfluoroalquiladas; tu cuerpo y el medio natural, menos.

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