Una guerra nuclear no puede ser ganada y nunca debe ser luchada. La única utilidad de que nuestras dos naciones posean armas nucleares es asegurar que ninguna las usará contra la otra. Pero, entonces… ¿no sería mejor deshacerse de ellas completamente?
Esto no lo dijo Ralph Nader. No lo dijo Noam Chomsky. Esto lo dijo Ronald Reagan en 1984. Y, por si no quedaba claro, también esto:
Buscamos la eliminación total de las armas nucleares sobre la faz de la Tierra.
Quiero creer que lo dijo con sinceridad, aunque Reagan demostró tras ganar las Elecciones que no era tan mal actor como muchos pensaban.
Pero fue hace mucho y las cosas han cambiado, ¿verdad? Ahora, el terrible Kim Jong Un lidera una potencia a cuyo lado la Unión Soviética parece San Marino. Por fortuna, el valiente presidente Obama, este mismo año, no se achantó e insistió en hacer méritos para que algún día le den el Premio Nobel de la Paz y… Oh, wait.
En aquellas naciones, como la mía, que poseen arsenales nucleares, debemos tener valor para escapar la lógica del miedo y perseguir un mundo sin ellos.
Barack Obama en Hiroshima, estrechando la mano del primer ministro japonés, Shinzo Abe.
Con discursos tan bellos y sensatos al mismo tiempo, ¿qué más se puede pedir al gobierno federal estadounidense? Bueno, algún detallito, algún bonito gesto de vez en cuando… no estaría mal. Por ejemplo, no votar NO cuando se somete a sufragio la cuestión de un tratado internacional para prohibir las armas nucleares.
Imagino que eso era pedir demasiado.