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Las naciones más «verdes»

Imagen destacada: fotografía de Andrew Bossi

La producción de energía y la manufactura de bienes en los países industrializados emiten ciertas sustancias a tasas superiores a su tasa de asimilación natural, y hacen uso de ciertos recursos indispensables, principalmente el agua dulce, a tasas superiores a las de su regeneración.

Para entender la responsabilidad que esto implica, dividamos el mundo en cuatro grupos de países.

El primer grupo es el de los países desarrollados: Alemania, Suecia, Francia, Estados Unidos, Eslovenia, Croacia, España, Chile, Emiratos Árabes Unidos, Noruega, Polonia, Reino Unido, Luxemburgo, Singapur, Japón, Corea del Sur, Australia, Nueva Zelanda, etc. Las emisiones netas de gases de efecto invernadero por parte de estos países está estabilizada, con ciertas fluctuaciones. En estos países, el cierre de empresas y el decrecimiento demográfico se traduce en reducciones de huella de carbono (caso de España, por ejemplo: 10,1 t CO2 a 8,5 t CO2 per cápita de 2007 a 2010). Las emisiones de contaminantes no-CO2 a la atmósfera, como óxidos de nitrógeno, tiende a reducirse en los países desarrollados. En cuanto a los residuos sólidos, cada vez se recicla y se valoriza más, optando por el abandono en vertedero como último recurso.

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Ciudades sin cielo

Lo peor de muchos problemas ambientales es que tardan en ser percibidos, o que, al no ser tan evidentes, no suscitan mucho la atención. Los problemas más flagrantes sí provocan la necesidad de tomar acciones, afortunadamente. La reina Isabel I de Inglaterra prohibió el uso de carbón cerca del palacio de Westminster. En 1661, John Evelyn propuso que se trasladaran las fábricas lejos de Londres, garantizando la limpieza del aire en la ciudad. Su estudio fue analizado por Carlos II. Napoleón decretó en 1810 que sería necesaria una autorización administrativa para emprender actividades industriales que emitiesen malos olores.

beijingkevindooleySmog en Beijing. Fotografía de Kevin Dooley.

El smog pertenece al grupo de fenómenos evidentes, junto a los malos olores, las aguas coloreadas y la lluvia ácida: se trata de un fenómeno muy claro a los sentidos. Sin embargo, se sigue dando en los últimos años en varias ciudades del mundo, debido, principalmente, al tráfico rodado, a las calefacciones y a los procesos de combustión en general.

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