Imagen destacada: fotografía de Andrew Bossi
La producción de energía y la manufactura de bienes en los países industrializados emiten ciertas sustancias a tasas superiores a su tasa de asimilación natural, y hacen uso de ciertos recursos indispensables, principalmente el agua dulce, a tasas superiores a las de su regeneración.
Para entender la responsabilidad que esto implica, dividamos el mundo en cuatro grupos de países.
El primer grupo es el de los países desarrollados: Alemania, Suecia, Francia, Estados Unidos, Eslovenia, Croacia, España, Chile, Emiratos Árabes Unidos, Noruega, Polonia, Reino Unido, Luxemburgo, Singapur, Japón, Corea del Sur, Australia, Nueva Zelanda, etc. Las emisiones netas de gases de efecto invernadero por parte de estos países está estabilizada, con ciertas fluctuaciones. En estos países, el cierre de empresas y el decrecimiento demográfico se traduce en reducciones de huella de carbono (caso de España, por ejemplo: 10,1 t CO2 a 8,5 t CO2 per cápita de 2007 a 2010). Las emisiones de contaminantes no-CO2 a la atmósfera, como óxidos de nitrógeno, tiende a reducirse en los países desarrollados. En cuanto a los residuos sólidos, cada vez se recicla y se valoriza más, optando por el abandono en vertedero como último recurso.